El gozo de leer en peligro de extinción
Jorge Vargas Méndez
jvargasmendez@yahoo.com,
La materia de Letras es aburrida y lo que más odio es leer obras, me decían decenas de estudiantes hace unos veinticuatro años, cuando me iniciaba en la carrera de profesor. Aunque esas opiniones anunciadas me causaban tristeza, cada inicio de año comenzaba indagando sobre la percepción que se tenía de esa asignatura para saber cuál sería el terreno en el que me movería a lo largo del año. Ciertamente la literatura causaba un profundo rechazo y, en algunos casos, pavor.
Conociendo ese panorama adverso no iniciaba el año lectivo dejando la lectura de obras como La Ilíada, Los Miserables o El Señor Presidente, porque en virtud de sus copiosas páginas habría atizado el odio que le tenían a la literatura.
Empezábamos, en cambio, escribiendo oraciones, puliéndolas, hasta que en cierto momento ellas y ellos consideraban que habían escrito los primeros versos de sus vidas y cumplido con una tarea. Llegado ese instante se sorprendían de haberlos escrito, incluso con expresiones de alegría y gozo, entonces estaban dadas las condiciones para hablarles de determinado autor o autora, de sus emociones, sentimientos e ideas, es decir, de su obra. Así nace la literatura, les decía. Y ya no le hacían tanta mala cara a Homero, Víctor Hugo y Miguel Ángel Asturias. Había una actitud distinta.
Daba clases en instituciones que ofrecían bachillerato técnico, y los colegas que atendían materias de esa especialidad se incomodaban o se reían al ver que, con el paso de los meses, haba estudiantes que ponían más esmero a las tareas de Letras y que, incluso, decían que al terminar el bachillerato estudiarían letras, periodismo o derecho. Yo no me sentía culpable de eso. Es más, para una Exposición Técnica propuse que se incluyera un recital de poesía y esa tarde soleada de octubre, sobre la tarima, se oyeron algunas voces estudiantiles leyendo sus propias creaciones. El rechazo a la literatura se había reducido. Sin embargo, esa situación adversa hacia las letras persiste y actualmente es mucho más preocupante.
Hacia una sociedad carente de lectura: el destino anunciado.
Los diferentes resultados de la PAES han revelado que una de las mayores deficiencias de la población egresada de bachillerato radica en el área de Literatura y Lenguaje (antes Letras). Es decir que, desde hace décadas, viene perdiendo terreno la asignatura que debería desarrollar y cualificar a la población en dominios tan básicos como lectura, gramática, cultura general, entre otros más no menos importantes. ¿Quién osa creer que la literatura no sirve para nada en la vida de una persona?
Para colmo de males, varias universidades cerraron en los últimos años las carreras de profesorado y licenciatura en Letras, como si asintieran que tales carreras no rendían ninguna utilidad para sus arcas, o que las promociones no podrían competir con las nuevas profesiones que demanda la avanzada global.
De hecho, de 14 mil docentes sin plaza que existen en el país –según datos de la ministra de Educación Darlyn Meza–, 9 mil son docentes de Ciencias Sociales. Esa cifra, dicho sea de paso, sugiere una escasa reserva de docentes para la enseñanza de Literatura y Lenguaje y que, habiéndose reducido drásticamente su formación profesional, cada vez será menos la población salvadoreña con capacidad para elaborar informes, redactar recibos, etc., lo que supone contar con conocimientos básicos –de ortografía por ejemplo– en cualquier profesión e incluso en toda persona. Y eso, aunque se utilice computadora.
No obstante lo anterior, un estudio que realizó la empresa Manpower a escala internacional afirma que, antes que profesionales en ciencias sociales y humanidades, la empresa privada necesita profesionales en ingeniería, ciencias exactas y tecnologías, y que dominen el inglés. Pero similares argumentos se esgrimieron con la Reforma Educativa que creó los bachilleratos diversificados a finales de los años sesenta, y el empleo nunca llegó. En todo caso, con esa propuesta se le está dando un tiro de gracia a la sociología, antropología, historia, literatura, entre otras.
Ciertamente hemos tenido fallas las profesoras y profesores de literatura. Tal vez, se nos formó para enseñar, pero no sobre qué íbamos a enseñar, o a la inversa. Y, para colmo de males, con salarios deprimentes. Por eso me inclino a creer que cuando un pueblo tiene un padecimiento o problema, las causas deben buscarse en el Estado. Y si en este país la lectura de un libro no es un gozo generalizado, un viaje hacia el ser y las culturas, no veo por donde puede venir el desarrollo, pues los países que lo han logrado son aquellos donde más se lee, es decir, donde las personas son más libres ante la doxa, el dogmatismo y el engaño.
Fuente: http://www.libros.com.sv/29edicion2abril/cultura/leer.html
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