A menudo se considera que cuando las mujeres llegan a espacios de liderazgo en las empresas, organizaciones, política o en la sociedad, en realidad se vuelven más masculinas que los propios hombres. No obstante, el discurso bajo el cual se han analizado estas posturas deviene de una estructura predominantemente androcéntrica. es decir, se asume que estos espacios son "naturalmente" de los hombres, sin reflexionar que posiblemente las mujeres no habían desarrollado estas características porque precisamente, no se había presentado la oportunidad histórica para que accedieran a los mismos.
Briam Lem Glez, especialista en liderazgo
Cuando a alguien se le cuestiona sobre las características de un líder, por lo regular menciona características tales como orientado al logro, eficaz, autoestima elevada, carisma e inteligencia por mencionar algunas. Dichas características corresponden a una visión instrumental del mundo en la que las conductas desarrolladas son un "instrumento" para alcanzar un fin.
En este sentido, quién ha desarrollado en mayor medida tales características a través de la historia ha sido el hombre. Lo anterior claro está, no compete a una cuestión natural sino más bien a una interpretación de los papeles de hombres y mujeres en la sociedad, en los que se asigno al hombre (por el hombre mismo) el desempeño en el ámbito público, es decir, alejado de los aspectos relacionales de tipo emocional; y a la mujer el ámbito privado, es decir, el cuidado de los hijos y del hombre bajo un plano emocional.
No obstante, dada la dinámica de la sociedad el capitalismo hizo insostenible que sólo uno de los individuos de la pareja se dedicará al trabajo remunerado, así las mujeres cada vez en mayor medida fueron accediendo a espacios públicos y de mayor poder social.
En primera instancia, las mujeres entraron a un espacio desconocido que demandaba actividades específicas y que estaba contenido en una estructura androcéntrica, a la cuál tuvieron que amoldarse debido a que sólo podían reproducir lo que dentro de su esquema mental significaba ser líder, en este sentido se mostraban enérgicas, autoritarias, mandonas y trataban en mayor medida de alejarse de los aspectos emocionales, porque si los empleados veían cierta "sensibilidad femenina" en ellas entonces no las respetarían. Aún con lo anterior, las mujeres comenzaron a abrirse espacio en los puestos de poder y se habló de un "liderazgo femenino"que ya no reproducía la vieja usanza de las empresas, éste tipo de liderazgo se enfocaba más en los aspectos relacionales, la colaboración y la cooperación, características curiosamente relacionadas con la "feminidad"
Lo anterior tiene implicaciones de suma importancia para las mujeres en dichos espacios, en primer lugar, si se asume que los puestos de liderazgo son un espacio neutral y libre de sesgo caemos en un error, la razón es que el tipo de liderazgo que se conoció hasta finales del siglo pasado, es un liderazgo desarrollado por los hombres y el que las mujeres entren a estos nichos de poder no evita que los reproduzcan y mantengan la hegemonía masculina, es decir, la estructura no cambia, sólo los ocupantes de la misma (hombres o mujeres).
En segundo lugar, hablar de liderazgo femenino sólo lleva a perpetuar el estereotipo, así "confirmamos" que las mujeres son más cooperativas y orientadas hacia las personas, sin tener en cuenta que la mayor parte de las investigaciones indica que tanto hombres como mujeres poseen características consideradas socialmente como masculinas o femeninas y que los espacios o ámbitos van a orientar en algún grado el comportamiento que se ejerza.
Feunte: LaFlecha
1 comentario :
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