10 jun 2008

Instrucciones para destruir una biblioteca.


Las casas de venta y canje de libros usados esconden en sus anaqueles pequeñas joyas bibliográficas; resabios de colecciones familiares que son malvendidas con total indiferencia. por Agustín Marangon

La Biblioteca como hexágono dinámico, eterno. Esa es la imagen que regala Jorge Luis Borges en “La Biblioteca de Babel”, un cuento escrito en Mar del Plata (1941), basado en la descripción de un lugar que quiebra todos los límites espacio-temporales. Una provocación universal a los márgenes del conocimiento y a las posibilidades del lenguaje.

Más allá de la ficción que propone Borges, es innegable que la Biblioteca es un espacio que crece a la par de su dueño. Según pasan los años, los textos que descansan en sus estantes varían en temática, estilo e ideología. La Biblioteca se alimenta de acuerdo a estados de ánimo y las necesidades intelectuales contemporáneas. Algo así como una construcción que avanza lentamente y refleja parte de la personalidad del individuo. Es un trabajo arduo y muy costoso que se extiende durante toda una vida.

Los bibliófilos (entiéndase también fanáticos de la lectura) dedican cientos de horas a la investigación. Al igual que los fanáticos de Star-Wars, entre ellos discuten acerca de ediciones inconseguibles, joyas históricas, autores, ilustradores, dureza de las tapas, calidad de las hojas y todo lo que hace a un entusiasta. Por lo general, frecuentan foros universitarios y pequeños círculos de intelectuales, y muchos de ellos son profesores.

Todo ese romanticismo termina con la llegada de la muerte. Suena trágico, pero los amantes de los libros viven para su Biblioteca hasta el fin de sus días. El día después comienza la destrucción sistemática, por lo general, a cargo de herederos desconsiderados. Los libros pueden ser objetos de deseo, o un montón de papel amontonado.

Argumento primero: “Nadie los va a leer”
En las casas de venta y canje de libros de Mar del Plata se pueden conseguir textos exclusivos, dignos de Bibliotecas mayores. Con sólo verlos se entiende que pertenecían a colecciones que en otros tiempos eran celosamente cuidadas. ¿Cómo llegan esos libros, que hace más de 30 años que no se editan, a venderse por 40 pesos?

“Todos los días vienen chicos jóvenes a ofrecer libros académicos. La cuestión es simple: sus padres o abuelos eran profesores universitarios. Luego de su fallecimiento, los chicos heredan todo este material y lo venden. Hacen algo de plata de lo que no les interesa guardar. Ellos mismos nos dicen que nunca los van a leer y por eso no les importa deshacerse de todos los volúmenes”, explica Sergio, encargado de un importante local de libros usados ubicado en el centro.

En los anaqueles de este comercio se pueden encontrar textos de filosofía de todas las épocas, desde la década del 30 hasta las actuales (inconseguibles en el circuito editorial moderno), libros de literatura de difícil ubicación, además de ediciones que hoy tienen valor histórico.

Argumento segundo: “No tengo lugar”
Otra de las causas que motivan la venta de extensas Bibliotecas familiares es la falta de lugar en las casas. La gente se muda y no puede llevarse tal cantidad de libros, entonces los vende. Y los más triste es que no reparan mucho en los costos. Como no saben lo que tienen aceptan cualquier oferta.

“El tema de las mudanzas es también decisivo en la destrucción de las Bibliotecas familiares. La gente cambia de casa, se va a un lugar más chico y no se preocupa por ubicar los libros. Parece que para el televisor siempre hay lugar, el resto es aleatorio”, comenta entre risas el librero.

Argumento tercero: “¿Y con eso qué hago?”
La casas quinta o casas de campo también solían albergar grandes Bibliotecas. A medida que el tiempo pasa y que nadie habita esas viviendas el interior se divide entre los distintos integrantes de la familia. Y, por lo general, quien se lleva los libros ya tiene un destino en vista: canjearlos por billetes.

“Nosotros nos damos cuenta de que los libros estuvieron abandonados por el estado de las tapas y las hojas. Hemos comprado textos de primer nivel totalmente arruinados. Lógicamente antes de que los pongamos a la venta pasan por el encuadernador que se encarga de hacer el reciclado completo. Muchas veces salvamos verdaderas joyas, que la gente lisa y llanamente se saca de encima”, agrega Sergio.

Final feliz
El panorama es desalentador, pero no todos reaccionan del mismo modo ante el legado bibliográfico familiar. De hecho, todos estos textos que los dueños de las casas de canje compran duran muy poco en los anaqueles comerciales. Siempre hay estudiantes y profesores en busca de los tesoritos escondidos.

“Uno ya conoce a los clientes. Hay cosas que las compramos porque sabemos a quien les puede interesar. Hay quienes compran novelas de auto-ayuda y quienes vienen en busca de libros sobre crítica literaria e historia del arte. Tratamos de que todos encuentren su espacio. A veces es difícil, pero siempre aparece alguien con material interesante para comprar”, señala.

Es decir, más allá de que es triste observar la mutilación de estas Bibliotecas, los bibliófilos reciben felices el desconocimiento de los proveedores.

por Agustín Marangoni

Fuente: http://www.ciudadabstrakta.com/nota-completa.asp?id=1031

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