21 jun 2008
Déficit de lectura
Una nueva encuesta, realizada por TNS Gallup, ha puesto en evidencia datos muy similares a los que se conocen desde hace más de una década sobre el poco afecto a la lectura que, en general, tenemos los argentinos. Un 58 por ciento de los consultados confesó no haber leído un solo libro en los últimos doce meses.
Estos datos, que muestran un lamentable estancamiento, han sido analizados por especialistas en este tema que señalan la escasa repercusión de las campañas oficiales y privadas a favor de la lectura. También queda a la vista que, en contra de lo que se supone, el enorme crecimiento de los medios de comunicación no parece haber obrado en ningún sentido, ni favorable ni desfavorable, en la relación de la gente con los libros.
Los especialistas afirman que no solamente es preocupante la falta de lectura, sino también la escasa calidad de lo que se lee. Este problema comprende todas las edades, pues incluye tanto a jóvenes como a adultos. La lectura en sí misma siempre ha sido una aliada placentera, razón por la cual no deja de llamar la atención que tan poca gente, en la Argentina y en otros países, acuda a ella para mitigar las tensiones cotidianas y, de ese modo, emriquecer sus vidas.
Se trata, en verdad, de un recurso extraordinarios en momentos en los cuales las noticias pueden resultarnos negativas y, en algunos aspectos, agobiantes. ¡Qué bueno sería que los padres y los maestros convenzan a los chicos del valor de su benéfica influencia en lugar de alentarlos a ver televisión o usar la computadora en desmedro de la lectura!
La costumbre de leer puede convertirse en disparadora de ideas que, en tanto sean provechosas, serán en beneficio propio y de los demás. Leer no sólo enriquece; también estimula nuestra inteligencia y nos permite pensar o imaginar aquello que transcurre en letras de molde. En ellas se resume la grandeza de la creación, ya sea una novela, un ensayo, un relato, un cuento, una poesía o una obra de teatro. La creación es capaz de recrearse en nosotros mismos y de alentarnos a imitar, sin plagiar, a aquellos que logran conmovernos con su prosa.
Leer es viajar, es deducir, es reír, es llorar y, sobre todo, es pensar. El enriquecimiento de los seres humanos tiene mucho que ver con los libros. Las conductas individuales y colectivas están bastante vinculadas con el contacto asiduo con ellos. No leer puede implicar una desconexión que afecta las respuestas en varios órdenes de la vida. Leer, y leer bien, es una manera de vivir mejor.
Ha quedado claro, después de muchos análisis, que el hábito de la lectura se puede instalar en los jóvenes y no perderse jamás si se encuentra la manera de que perduren costumbres tempranas absolutamente espontáneas. Los niños de muy poca edad se contactan fácilmente con la lectura como oyentes de los cuentos que les leen o les relatan padres y maestros. Es la época en que ese contacto exige de los adultos lecturas y relecturas tan inacabables como gratificantes.
Cuando el niño se vuelve lector, esa relación se va deteriorando, porque se supone que las criaturas están en condiciones de leer por sí mismas, lo que no siempre ocurre. En ese tiempo, la televisión, que antes convivía sin problemas con los libros, comienza a vencer ampliamente.
Nuevas corrientes están produciendo un cambio en este cuadro, porque aparecen materiales de lectura que pueden salvar esta brecha, creando condiciones capaces de religar a los niños con los materiales impresos. Sería muy interesante alentar esos intentos, porque se podría rehacer, por esa vía, una relación cuya pérdida resulta más que lamentable.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=1023000&origen=amigoenvio
Enviado por: Carlos Córdoba
Estos datos, que muestran un lamentable estancamiento, han sido analizados por especialistas en este tema que señalan la escasa repercusión de las campañas oficiales y privadas a favor de la lectura. También queda a la vista que, en contra de lo que se supone, el enorme crecimiento de los medios de comunicación no parece haber obrado en ningún sentido, ni favorable ni desfavorable, en la relación de la gente con los libros.
Los especialistas afirman que no solamente es preocupante la falta de lectura, sino también la escasa calidad de lo que se lee. Este problema comprende todas las edades, pues incluye tanto a jóvenes como a adultos. La lectura en sí misma siempre ha sido una aliada placentera, razón por la cual no deja de llamar la atención que tan poca gente, en la Argentina y en otros países, acuda a ella para mitigar las tensiones cotidianas y, de ese modo, emriquecer sus vidas.
Se trata, en verdad, de un recurso extraordinarios en momentos en los cuales las noticias pueden resultarnos negativas y, en algunos aspectos, agobiantes. ¡Qué bueno sería que los padres y los maestros convenzan a los chicos del valor de su benéfica influencia en lugar de alentarlos a ver televisión o usar la computadora en desmedro de la lectura!
La costumbre de leer puede convertirse en disparadora de ideas que, en tanto sean provechosas, serán en beneficio propio y de los demás. Leer no sólo enriquece; también estimula nuestra inteligencia y nos permite pensar o imaginar aquello que transcurre en letras de molde. En ellas se resume la grandeza de la creación, ya sea una novela, un ensayo, un relato, un cuento, una poesía o una obra de teatro. La creación es capaz de recrearse en nosotros mismos y de alentarnos a imitar, sin plagiar, a aquellos que logran conmovernos con su prosa.
Leer es viajar, es deducir, es reír, es llorar y, sobre todo, es pensar. El enriquecimiento de los seres humanos tiene mucho que ver con los libros. Las conductas individuales y colectivas están bastante vinculadas con el contacto asiduo con ellos. No leer puede implicar una desconexión que afecta las respuestas en varios órdenes de la vida. Leer, y leer bien, es una manera de vivir mejor.
Ha quedado claro, después de muchos análisis, que el hábito de la lectura se puede instalar en los jóvenes y no perderse jamás si se encuentra la manera de que perduren costumbres tempranas absolutamente espontáneas. Los niños de muy poca edad se contactan fácilmente con la lectura como oyentes de los cuentos que les leen o les relatan padres y maestros. Es la época en que ese contacto exige de los adultos lecturas y relecturas tan inacabables como gratificantes.
Cuando el niño se vuelve lector, esa relación se va deteriorando, porque se supone que las criaturas están en condiciones de leer por sí mismas, lo que no siempre ocurre. En ese tiempo, la televisión, que antes convivía sin problemas con los libros, comienza a vencer ampliamente.
Nuevas corrientes están produciendo un cambio en este cuadro, porque aparecen materiales de lectura que pueden salvar esta brecha, creando condiciones capaces de religar a los niños con los materiales impresos. Sería muy interesante alentar esos intentos, porque se podría rehacer, por esa vía, una relación cuya pérdida resulta más que lamentable.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=1023000&origen=amigoenvio
Enviado por: Carlos Córdoba
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1 comentario :
Soy bibliotecaria escolar y estoy en parte de acuerdo con el artículo. Creo que en el momento donde uno cree como profesional que los niños lectores pueden despegar solitos con sus lecturas , es ahí donde los mediadores de lecturas debemos reforzar más el acompañamiento al lector ofreciéndole distintas opciones, sin dejar de regalar lecturas y narraciones, porque creo que a lo largo de la vida a cualquier persona le gusta escuchar historias.
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